Las empresas estructuran sus organizaciones alineando recursos y procesos para conseguir los resultados deseados. Ese camino se puede representar de forma simplificada como constituido por dos pasos que llevan a las empresas desde su visión y su misión a los resultados mediante sus acciones:
Si nos centramos en lo tangible, en el paso que lleva desde las acciones a los resultados, podemos ver el accidente como la consecuencia de un fallo en la actividad de la empresa que merma sus resultados.
Recordemos que lo imprevisto ocurrirá, es solo cuestión de tiempo que se materialice. A pesar de todos los medios que se apliquen para evitar el accidente, en general, el hecho de actuar lleva en sí mismo la probabilidad de fallo: toda acción implica un cierto riesgo como humanos solo podemos reducirlo, nunca hacerlo desaparecer.
El accidente interrumpe en mayor o menor medida el flujo productivo y aleja a la empresa de la consecución de sus objetivos. Además, las dramáticas pérdidas humanas y materiales que ocasiona un accidente dejan en evidencia el sistema de prevención y la propia empresa.
Cuando ocurre lo imprevisto (sea incidente o accidente), la empresa suele reaccionar de alguna manera para que ese accidente no vuelva a ocurrir, y tras la toma de consciencia, suele realizar unas correcciones, intentando eliminar las causas que lo provocaron, intentando evitar las pérdidas que otro accidente similar pudiera ocasionar.
Pero hacer solo eso es desperdiciar una ocasión excepcional: extrapolar situaciones y comportamientos paralelos al imprevisto aporta la oportunidad de mejorar procesos y comportamientos que suponían riesgos aún no detectados, accidentes que todavía no se habían dado. Eso es lo que nos puede llevar a eliminar las causas que podrían originar accidentes aún no ocurridos.
Este diagrama plasma gráficamente este proceso.
Evidentemente la vía del no accidente es más eficiente y barata, pero esta visión muestra que el camino del accidente (y el del incidente, -este sin coste) es una oportunidad de mejora de los procedimientos, los equipos y los comportamientos, que tiene el poder de acabar optimizando los resultados de toda la empresa.
Reconozcamos lo que de virtuoso tiene este círculo, pese a su coste en cuanto incluye un accidente, porque contribuye a reducir los futuros costes de producción, en la medida en que los procesos van mejorando y haciéndose más seguros. Así los costes de los accidentes, cada vez menos graves y menos frecuentes, se van convirtiendo en residuales.
Lógicamente la seguridad es mucho menos costosa sin accidentes -es lo que perseguimos-, pero cuando ocurre lo imprevisto, rentabilicemos sus probablemente elevados costes aplicando lo que nos enseñan al ocurrir.
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